11.5.15

Los espacios vacíos, ocupados y creados.

Entrar en un sitio vacío de gente y lleno de obras de arte siempre me provoca una sensación de calma bastante indescriptible, ya no porque disfrute de las obras, que pueden gustarme más o menos, sino por la sintonía que se crea entre espacio ocupado, espacio creado y espacio vacío.
Sin la gente no hay movimiento, ni ruido, siempre que las obras sean estáticas y no sonoras. Estas mismas obras, estáticas en apariencia, ocupan y a la vez crean el espacio, y la sensación de soledad aumenta la potencia del propio movimiento intrínseco que el autor haya plasmado en el cuadro, escultura o intervención. No sé si me he explicado bien.
Para mi el hecho de que no haya gente, o que apenas la haya, aumenta de una manera muy poderosa la sensación de sobrecogimiento que me produce la obra, el silencio y la soledad apagan de manera muy efectiva todo el ruido en mi cabeza, ruido emocional o nervios, o simplemente la suma de pequeños dolores que siento cada minuto. Todo se apaga y camino entre las obras como si no pesara nada.


Al apagarse el ruido, mi cerebro puede pensar, razonar lo que ve y sentirlo todo de una manera mucho más intensa, puedo disfrutar de lo que el artista, el comisario y la institución me están ofreciendo, disfruto la experiencia y crezco con ella. Me pasa algo muy parecido en la montaña, la playa o un bosque vacíos, la soledad, el aparente silencio, me reconfortan y ayudan a pensar.

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