A continuación, después de la reflexión, hay una lista de los
efectos secundarios de las medicinas que tomo, a lo que quiero llegar
con todo esto es que en muchas ocasiones, y sin querer utilizarlo
como excusa, los enfermos de larga duración nos volvemos personas
apáticas, irritables, confusas, nos cuesta un poco más de lo normal
hacer cualquier cosa. Además de lo que ya nos limita nuestra
enfermedad, llevamos encima lo que los medicamentos que necesitamos
para combatir los síntomas de lo grave, nos pueden causar.
Yo no tengo todos los efectos secundarios que aquí menciono, de
hecho diría que sufro pocos de ellos, pero si que hay cosas que
noto, que me hacen ser, en ocasiones, alguien que no soy.
En esos momentos en los que alzamos la voz, no podemos salir de la
cama, tardamos más en reaccionar, no pensamos con claridad, en estos
momentos en los que luchamos contra nosotros mismos, es cuando es aún
más frustrante todo, porque al menos yo, noto como pierdo el
control, como se me van algunas reacciones de las manos, veo, casi
desde fuera, como cambio, como me vuelvo lento, irritable, poco
razonable, o me pongo triste sin motivo. Veo cambios físicos de un
día para otro, que pueden o no ser reales, y siento que no rindo
todo lo que puedo, podía o debería rendir.
No es una excusa, no quiero un trato diferente, no necesito que me
traten diferente, supongo que lo que no sé todavía, y ya debería
saber, es lidiar con esto, llevarlo mejor y saber reconocer los
momentos en los que las medicinas, la situación, se me va de las
manos, sobre todo para avisar a la persona que tengo delante que sin
quererlo se come estos estallidos, o estos momentos de ser más una
planta que una persona que tengo.
He dejado de hablar en plural porque no sé cómo lo llevan los
demás, porque de esto no suelo hablar con otros enfermos, al menos
no a menudo, aunque igual debería hacerlo.
Lo peor de todas formas es la sensación de llevar un peso encima,
algo que no te deja moverte a la velocidad adecuada, la sensación de
no jugar en la misma liga que los demás.
No es excusa, la vida no espera a nadie y siempre tenemos que
intentar ser lo mejor que podamos, aunque eso signifique conseguir
alcanzar un ritmo similar a lo que éramos antes de la enfermedad y
las medicinas.
Luego si no, siempre podemos ver “Quién quiere casarse con mi
hijo” y ver que en el mundo hay gente que lo lleva mucho peor sin
tomar nada.
Ahí van, LA LISTA, el festival, los efectos de tres de mis
siete medicinas, las que tienen peores efectos.
1.
Dolor de cabeza, diarrea, acidez, gases, mayor crecimiento de
vello en la cara, los brazos o la espalda (pero no en la cabeza,
desgraciadamente), crecimiento de tejido adicional en las encías,
acné, bochornos (además de los provocados por la estupidez
inherente de la persona), temblor incontrolable de alguna parte del
cuerpo, ardor u hormigueo en los brazos, manos, pies o piernas, dolor
en los músculos o articulaciones, calambres, dolor o presión en la
cara, problemas en el oído, agrandamiento de los senos en los
hombres, depresión, dificultad para dormirse o permanecer dormido.
Estos eran los comunes, vamos con los graves y más raros:
Sangrado o moretones inusuales, piel pálida, coloración
amarillenta en la piel o los ojos, convulsiones, pérdida del
conocimiento, alteraciones del comportamiento o del estado de ánimo,
dificultad para controlar los movimientos del cuerpo, alteraciones de
la vista, confusión, sarpullido, manchas moradas en la piel,
hinchazón en las manos, brazos, pies, tobillos o pantorrillas.
Estos son sólo los efectos secundarios de una de las 7 medicinas
diarias. Vamos a repasar los de otra.
Osteoporosis, depresión, ansiedad, gastritis, hipertensión,
ictus, hipotiroidismo, lesiones digestivas perforantes, hinchazón
general, amenorrea y retinopatía, aumento del apetito,
irritabilidad, insonmio, hinchazón en las extremidades inferiores,
náuseas, debilidad muscular y mala cicatrización. Efectos que
pueden permanecer años después del fin del tratamiento.
2.
Vómitos, diarrea, mareos, cansancio, agitación, dolor en las
articulaciones, pérdida del cabello, cambios en la visión,
urticarias, sarpullido, dificultad para respirar o tragar, hinchazón,
ronquera, taquicardia, debilidad, palidez, insomnio, sangrado o
moretones inusuales, sangrado al orinar (problemas de riñón en
general), dolor de estómago o calambres, cefalea, confusión,
comportamiento agresivo, dificultad para hablar, ardor o cosquilleo
en brazos y piernas, incapacidad para mover partes del cuerpo,
temblores, crisis convulsivas, pérdida de la conciencia.
3.
Muy raros: Diarrea acuosa, calambres de estómago y fiebre
(estos son los síntomas de la infección que tratan con este
antibiótico, en este caso al menos).
Convulsiones, cosquilleo, dolor o entumecimiento (neuropatía).
Raros: Erupciones graves en la piel, perdida de apetito,
color amarillo en la piel y ojos y orina de color oscuro, estómago
doloroso a la palpación. (Problemas hepáticos), aparición de
hematomas, hipersensibilidad, hipoglucemia, alucinaciones, paranoia,
cambios de opinión, depresión, inquietud, sueños anormales o
pesadillas.
Vamos con el festival. FRECUENTES: Insomnio (one more time,
y esto es un 3 de 3), dolor de cabeza (otro 3 de 3), infección por
otras bacterias u hongos, estrés, ansiedad (mira otro repetido),
confusión, nerviosismo, somnolencia, temblores, vértigo (cuando se
repiten es cuando es más divertido).
Cambios en el sabor de las cosas, gases, dolor en la zona del
estómago, prurito, dolor muscular o en las articulaciones, debilidad
generalizada, trastornos en la vista o el oído, taquicardia,
debilidad muscular (se repite también, no es que me repita yo)
Y en este caso los efectos siguen una página más del prospecto,
pero son de los de 1 de cada 10.000 pacientes y no creo tener tan
mala suerte.
Con esto os vais haciendo una idea.
17.10.13
10.10.13
Endorfinas contra la tristeza, Cabrales contra el dolor.
Es como una bola de mierda caliente y
humeante latiendo dentro de ti, un nudo en la garganta, por muy
típico que suene, ganas de hacer algo y no saber el qué, una
sensación odiosa, pesada, gris.
Es un sentimiento opaco, no te deja
pensar con claridad, no sabes reaccionar, no sé cómo reaccionar.
Da igual lo que hayas vivido
anteriormente, da igual cuantas hostias te hayan dado, porque cuando
una de ellas te pilla de improviso, en ayunas, despistado y quizá un
poco vulnerable, la hostia te la llevas como si fuera la primera vez.
Aún no he comido hoy, sé que si como
algo lo veré todo más claro, el queso da la felicidad y no es una
amenaza pero tengo mucho queso en mi poder ahora mismo.
Hace que tu cuerpo parezca más pesado,
tu cabeza más lenta y tú te vuelves más hostil, menos razonable.
Podría matar a alguien con mis propias manos ahora mismo, pero esta
sensación seguro que me haría dejarlo a la mitad porque la desidia
y la tristeza siempre vienen juntas.
Me han dicho últimamente que no soy
demasiado empático, que soy muy didáctico y racional cuando alguien
me cuenta algo que le ha pasado, supongo que es parte porque
sentimientos como este, esta tristeza extraña, me cuesta mucho
compartirlos, porque casi siempre es irracional o no me creo con
derecho a sentirla.
Soy una persona muy sensible, no me da
miedo decirlo, los que me conocen bien lo saben, pero todos nos
guardamos cosas, yo uso el blog, en ocasiones, como vía de escape de
estos montones de mierda, si lo cuento aquí, si hablo de lo que
siento, no tengo porque demostrarlo en persona, ya lo habrán leído
los que lo tengan que haber leído.
El queso va haciendo su efecto,
endorfinas contra la tristeza, cabrales contra el dolor.
Todo está un poco más claro. La
sensación sigue ahí, pero ahora sabe diferente, huele diferente.
Voy a seguir comiendo, sólo quería
dejar aquí un poco de mierda.
7.10.13
Isabel. Una hermana.
Tengo una hermana, bueno tengo dos
hermanas y un hermano, pero hoy sólo hablaré de una de ellas, de la
mayor, porque ayer fue su cumpleaños y soy un descastado y no le
dije nada.
Soy un descastado y un despistado y
bastante torpe.
Isabel, mi hermana, es una mujer con
carácter, tanto como yo, de los cuatro hermanos podríamos decir que
ella y yo siempre tenemos la culpa de lo que pasa en casa, bien
porque la tengamos de verdad (ambos opinamos que pocas veces pasa) o
porque discutimos casi siempre, sino como deporte, como una manera
especial de comunicación, es un poco nuestro rollo, somos unos toca
pelotas, ella lo negará y se estará riendo o cabreando, pero es
porque tenemos convicciones fuertes y siempre tenemos razón.
Isabel es madre de tres hijos, dos
niños y una niña. Tres niños brillantes, cada uno con un carácter
totalmente distinto al otro, tres niños increíbles, los mejores
sobrinos, en los que se reconoce la educación que les dan sus
padres, sus abuelos y de vez en cuando, cuando vienen a España, sus
tíos.
Mi hermana es desordenada, ella me
miraría mal ahora mismo, me diría que menuda imagen doy, pero yo
soy desordenado, como ella. Somos de estas personas que saben donde
esta cada cosa aunque no esté en su sitio.
Nunca he hablado con Isabel
directamente de algunas cosas que quiero compartir aquí, porque
escribirlo es más fácil, y porque quiero que sepáis qué clase de
mujer es mi hermana mayor.
Isabel estuvo lejos la primera vez que
tuve leucemia, estaba dando a luz a Diego, el primero de mis
sobrinos, y ella no sabe lo mucho que la eché de menos, sé que lo
paso mal estando tan lejos, pero la razón era la mejor razón por la
que no poder venir. Estuvo ahí, aún sin estar, eso es lo que
importa al final. Sé que a mi hermana, por razones que no hace falta
comentar, le dolía especialmente tener a un hermano en una situación
tan grave como la mía, no me imagino el miedo que han pasado los que
estaban a mi alrededor, el miedo que pasan, no me imagino el miedo
que pasa ella.
Pero es esta segunda vez, en esta
recaída, cuando está más presente, más encima, llamando, viniendo
siempre que ha podido, quedándose en el hospital, como queriendo
recuperar el tiempo perdido. No fue la única, mi madre y mis amigos
me matan si no lo digo, todos me cuidaron muchísimo, pero este texto
va sobre ella.
Promovió la donación de médula en su
ciudad, donde no había ningún movimiento para ello, se puso en
contacto con la Fundación Josep Carreras, estuvo siempre pendiente
de las noticias, de otros enfermos, de darme información, me puso en
contacto con los Pelones Peleones, me llamaba, me preguntaba. Muchas
veces se ponía, se pone, un poco pesada “come sano”, “el ajo
es buenísimo”, “he leído que las semillas de -nombre raro aquí-
son buenísimas para las defensas”. Ahora me manda cosas de videos
y bicis, cosas que me puedan gustar por Facebook o me lo comenta por
teléfono.
La recuerdo en los días en la UCI,
recuerdo poco de esos días, estaba muy drogado, pero tenerla ahí,
que esta vez pudiera venir más tiempo, fue bueno, me hacía sentir
bien tenerla cerca.
Me hace sentir bien cómo me mira
cuando me ve fuera del hospital.
Me ayudó a tomar alguna decisión
difícil, en un paseo por el río, sobre seguir o no haciendo algo
que no sabía si iba a ser bueno para mí. Ella no se acordará de
esto, porque no le dije lo importante que fue, pero bueno, ahí
estuvo.
Soy un tipo bastante seco, no suelo dar
muestras de afecto, no sé por qué soy así, pero bueno. Siempre me
he sentido muy cercano a ella, no sé si lo sabe, no creo, pero creo
que somos los más parecidos de los cuatro hermanos, al menos es en
ella en la que veo más cosas parecidas a mi.
Quiero muchísimo a mi hermana Isabel,
llevo prometiéndola que iré a Vichy a pasar unos días con ella y
con mis sobrinos demasiado tiempo, y creo que el mes que viene me
escapo a hacer de tio y hermano un poco.
No voy a decir la edad que tiene,
porque está feo, pero hermana FELICIDADES
No te acostumbres a que diga tantas
cosas buenas de ti.
Isabel no fue la única que estuvo, ni
mucho menos, pero es a la que menos veo, y aunque no se lo diga, la
echo de menos.
Hermana joder, ¡que te echo de menos!
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