27.2.13

El año. El post del día después. Retrospectiva. /1 año 6 días


Me siento delante del ordenador y abro el reproductor, busco una lista, una en concreto, una que consiguió eliminar de mi cabeza el dolor, la soledad, el ansia, una que empieza con canciones lentas, crecientes, que hablan de la furia en tu cama y tu cabeza. 
Recuerdo todo lo que he pasado para llegar hasta aquí, lo lejano que parece, como una especie de gran broma cósmica, ya que nada es lo suficientemente serio, nada es lo suficientemente real (una postura muy fácil de defender desde mi posición, donde todo ha salido relativamente bien y que en ocasiones es un escudo y en otras honestidad pura).
Los últimos resultados han salido bien, muy bien. No lo había dicho antes porque estaba, básicamente, disfrutando la buena noticia.
Recuerdo el momento en el que me lo explicaban todo, como si fuera ayer, la llamada de mi madre, los mensajes en el contestador del móvil, los nervios, el gin & tonic que me estaba tomando, que quedó a medias y que aún espera el momento.
Mis padres y mi hermana cuando nos vimos por fin después de las llamadas de teléfono.
La mirada de Carla, la pobre, que me acababa de conocer y que estaba a mi lado. 
Manu cuando entró por la puerta.
Lo curioso es que a la vez es un recuerdo tan lejano, tan tamizado por todo lo que vino después, que no sabría recordar las palabras exactas. Recaída. Transplante. Quimio. Hospital. Esas seguro.
Las recuerdo.
Luego todo fue muy rápido. Volví a Barcelona a poner algunas cosas en orden, despedirme. Hice una fiesta, celebre con mis amigos, les necesitaba, pensaba que iba a morir, sabia que iba a morir, este momento además se repetiría muchas veces. Siempre me dio mucha pena, pero nunca me dio miedo. Creo que lo que más sentía era culpabilidad.
"Soy la furia en tu cabeza, soy el fantasma en la parte de atrás de tu cabeza". Eso era. Pena y furia.
Todo empezó rápido a la vuelta de Barcelona, todo fue rodado pero la quimio no funcionaba y hubo que probar otra. Esta tampoco funciono. (Hay veces que iré muy rápido contando estas cosas, no es un recurso narrativo ni miedo, es pereza).
Recuerdo pasear por los pasillos del hospital, con la mascarilla, tapando la máquina del suero para que no le diera el sol, mirando los arboles por la ventana, escuchando una canción que me hablaba de que daba igual donde fuera, que daba igual ir solo, que no os preocuparais porque dónde iba era mi casa. Soy un poco idiota con estas cosas y me reconfortan, una buena canción, una buena melodía en el momento justo, es casi como un empujón o el abrazo de alguien que te quiere. Sobre todo en determinados momentos.
Aún se me revuelven las tripas con determinadas canciones que me ponía en el hospital.
Cuando la tercera quimio no funciono y fuimos a por una que se usa exclusivamente para niños pensé que era el final, que ya tocaba y que bueno, todo había ido muy bien hasta ese momento. 
Escribí mucho, le di vueltas a todo, negocié cosas que ahora creo increíbles y me preparé. Pero soy un tipo jodidamente afortunado, de verdad, tengo mucha suerte. Y funcionó.
La enfermedad remitió, ya estaba preparado para el transplante de la médula de mi madre (joder, en serio, qué haría yo sin mi madre. A veces estar más tranquilo y siempre más aburrido, eso es así). Así que todo se aceleró aún más.
Navidades en casa y nuevo hospital preparado. Descanso. Familia. 
Esa era para mi la última navidad, soy un poco como un perro con estas cosas, todo puede ser lo último. A veces es agotador.
En el Marañón, arropado por familia, amigos, donantes de plaquetas, enfermeras, médicos y un montón de gente que forman esa barrera invisible entre la locura y la soledad y el mundo real. Ellos no lo saben y yo no se lo he dicho nunca, pero son la red de seguridad que ha parado muchas de las grandes caídas. Aunque si soy sincero, también son una grandísima responsabilidad para un enfermo, esto es así, aunque no les pueda gustar leerlo, muchas veces sólo por no defraudar a los demás sigues luchando y no te dejas llevar.
Las quimios empezaron con fuerza, golpeando como un martillo neumático, moldeando, reduciendo, destruyendo y matando cada centímetro de mi cuerpo. Y poco a poco cambiando mi cabeza y mi animo. 
Algo que nunca quise perder, la cordura, se escapó por momentos y ahora que lo veo desde lejos la verdad es que lo agradezco, muchas veces mi mente no estaba ahí, ni en ningún sitio, sólo estaba desconectada.
Casi siempre llevada a la deriva por la música, los libros, las charlas. Sólo la náusea, el dolor o la furia la traían de vuelta.
Tengo que hacer una confesión, no he sufrido tanto como creéis, ni tan poco como os hice creer, es algo difícil de explicar. El sufrimiento es relativo supongo.
Los días después de las quimios pasan despacio se arrastran contigo por la habitación, por los cuadernos que rellenas llenos de mierda, la tele basura, las series y películas, los crucigramas de tu madre y las visitas. 
Análisis, noticias, cambios bruscos, días que parecen semanas y llega le momento de la infusión, el día 0.
Y no notas nada raro. Nada.
Y empiezas a contar hacia arriba, +1,+2,+3… y te sientes peor, cada puto día te sientes peor y de pronto, una vez más, crees morir.
Fiebre constante, dolor, reacciones extrañas de tu cuerpo, falta de fuerzas, análisis de sangre y fallo renal. La peor bacteria que te podía infectar, la tienes. Todo se vuelve negro. 
Vas a morirte, esta vez si.
Vuelve la furia esta vez tienes miedo, estas muy asustado, pero no lo puedes admitir, porque eso sería rendirte y no quieres decepcionar a nadie.
Te ves rodeado de cables, en una habitación nueva donde cada poco rato te vienen a mirar. Pero miran las máquinas no a ti.
En la UCI estás solo casi todo el tiempo, drogado, oyendo las conversaciones a medias, sabiendo que algo va mal. No puedes dormir, no puedes pensar, no puedes comer, no puedes razonar.
Te vienen a ver y notas como la gente te mira, como te quieren, lo preocupados que están todos y tu hasta el culo de morfina, colocadísimo, aterrado y casi sin sentir nada más que un dolor sordo, sólo quieres volver a subir a tu pecera, a tu puta habitación y que todo sea como era unos pocos días antes. Hasta ese punto has llegado, quieres volver a vomitar y estar cansado, no quieres seguir siendo un trozo de carne que no puede pensar atado a una máquina.
Resulta, una vez más, que eres un hombre afortunado y un arranque prematuro de tu médula nueva te saca de la UCI, tus riñones se recuperan, tu corazón late a una velocidad normal, y la bacteria empieza a remitir, sólo estás hinchado, 140kg de carne que vuelve a una habitación cerrada, sonriendo, sin saber aún cuándo saldrá de ahí pero tranquilo porque al menos estará consciente, pase lo que pase.
Lo que este trozo de carne no sabe es que la furia y la pena no son lo único que le queda por pasar. Pero el muy cabrón, afortunado y un poco gilipollas, sale sonriendo.
Entonces llega el dolor. 
Cada día. Cada puta mañana. Enfermeras y médicos vienen a curar los destrozos de la bacteria. La parte necrosada que ha sido removida quirúrgicamente ha dejado la carne y los nervios al descubierto y hay que preparar la zona para un injerto. 
Cada mañana. Cada puta mañana, durante 15 minutos, vas a sentir el dolor más intenso que has sufrido en tu vida, no habrá nada comparable. 
Cada mañana. Cada puta mañana, vas a gritar, a llorar, vas a sufrir lo que no has sufrido y ni siquiera sabrás si va a servir para algo, sabes, vas a querer haber muerto.
Cada mañana. Cada puta mañana.
Pero eres un hombre afortunado, sabes lo que tienes que hacer, lo haces, el dolor pasa y todo sale, como siempre, relativamente bien. 
Y la música te ayudará desde el punto al que las drogas, la mano de tu madre que aprietas, la mirada de tu padre, tu hermana, esa enfermera o tus ánimos no llegan y sonará una vez más, esa frase, "soy la furia en tu cabeza" y en ese momento, siguiendo el ritmo con el pie en la cama del hospital mientras calambrazos de dolor recorren tus piernas, cambias el color del dolor, te centras en un mar congelado y todo pasa más rápido. 
"Olvida el dolor aquí","Olvida el dolor aquí", todavía me pone los pelos de punta.
Tus cifras suben, vas perdiendo kilos de agua, en parte porque una pesada te hace levantarte de la cama constantemente. Aprendes a andar, una vez mas. Haces ejercicio, tus amigos te ayudan a movilizarte, tu madre te da masajes, tu padre te ayuda con ejercicios de piernas. Recuperas los pedales y sueñas con la bici, con correr, con notar el sol en la cara.
Mierda, todo empieza a ir bien. 
Muy bien.
Y sales del hospital, con mil restricciones, con mil medicinas, mil historias que son un verdadero peñazo, que condicionaran tu vida, pero joder, "¡JODER!" gritas cuando te da el aire en la cara, el sol, en medio de la calle Maiquez, sonríes y dices, "JO-DER". Y piensas que, literalmente, "hostia puta no ha sido para tanto". Así de bien hablo conmigo mismo
Es cierto que no puedes caminar bien y que no quieres que te cojan del brazo y vas despacio, caminando como un viejo hacia el coche, un esfuerzo brutal que estas encantado de hacer.
Joder, repites una y otra vez, joder, joder, joder. Y sonríes.

Miro atrás, con cuidado para no mancharme de mierda, para no perder el equilibrio al borde del precipicio que para un enfermo puede ser recordar estas cosas y me parece que el tiempo ha pasado rapidísimo, que casi fue ayer, pero ha pasado un año ya.
Entero, con sus 365 días, unos cuatro meses más desde la llamada y el gin & tonic inacabado.
He recuperado casi todo lo que perdí, es verdad que ahora vivo condicionado, quiera o no, por todo ello y que casi siempre me importa un carajo, pero siempre llevas un poco de chepa a la espalda, una mochila pequeña de niño de 5 años, llena de basura, piedras, miedo y que nunca abres. 
Te has dejado el almuerzo en el tupper sin lavar demasiado tiempo y ahora es peor abrirlo que tirarlo así. Pero aún no estás preparado para tirarlo, así que lo llevas a cuestas. Esto es.
Y esta bien.
Todo esta bien.
Y sigue bien.
Y joder y qué cojones y hostia puta y todo, como casi siempre, me ha salido bien.
Porque no os olvidéis nunca de esto, soy un tipo tremendamente afortunado. Y con mucho morro también.

Ha pasado un año y a vosotros los que estáis, estuvisteis y estaréis. Muchísimas gracias.


La canción de la furia y de olvidar el dolor es "Spanish Sahara" de Foals.




19.2.13

El día de mañana, el post de antes de los resultados / +363


Siempre pasa, el día antes de recibir resultados, siempre es la misma sensación, final, principio, aire y ahogo, todo a la vez.
El día antes me meto en una piscina de agua densa como la miel, y aguanto la respiración. Veo la gente pasar por encima andando y mirando al colgado que está aguantando en el fondo de la piscina, soltando pequeñas burbujas, poco a poco, para poder estar mas tiempo dentro. 
Veo cómo se filtran los rayos de sol a través del agua y se mueven y bailan delante de mi. Y noto como mis pulmones empiezan a vaciarse.
En este momento pienso en todo lo que tengo alrededor, todas las cosas que no quiero perder otra vez.
Pienso en mis sobrinos, los hijos de Isabel, son casi siempre lo primero en lo que pienso. En lo pequeños que son, en todas las cosas que quiero hacer con ellos. 
No quiero ser padre, no creo que fuese un buen padre, pero si voy a ser un buen tío, seguro. 
Ahora pienso en el sobrino por venir también, al que quiero conocer cueste lo que cueste.
Pienso en el resto de mi familia, en lo que son para mi, en que no quiero faltarles, en que ya han pasado suficiente, que ya está bien, en todo lo que no he demostrado o dicho y lo que quiero seguir disfrutando y discutiendo con ellos.
Pienso en mis hermanos y mis padres, en lo que han sido y son para mi. Pienso mucho en mis padres.
Mis amigos, mil cosas por hacer con ellos, por ver, por currar. 
Quiero conocer al hijo de Manu, asilvestrarlo.
Barcelona otra vez, Amsterdam, Helsinki, Canadá… quiero viajar, mucho más.
Siento como el agua sobre mi cabeza pesa aún más y la miel se convierte en cemento fresco y empiezo a no poder moverme y me falta el aire y todo se vuelve negro.
Pienso en todos los sitios donde he estado y en la gente a la que he visto y las luces y las sombras de todo. Y qué hago si vuelvo a estar mal, sé que tengo fuerzas, que tiramos y no pasa nada, pero da miedo y el miedo no es malo y se vive con él, pero a veces es un compañero de coche muy muy cabrón.
"Y ni siquiera el cielo sabe que hora es", dice Artur, y ni siquiera lo se yo ahora mismo, las 12.30 pone en mi escayola, pero el día antes de los resultados no hay horas, sólo espacios temporales raros que llenar, con distracciones, con buenos amigos, con películas, paseos, música, libros, tetas, calcetines modernos, bicis, esposas, cafés, hermanas, más películas, más música, más de todo.
En el fondo de la piscina en la que me encuentro sentado con un speedo marcapaquetes azúl celeste, y todo el paquete piscinero gorro-gafas, todo está petrificándose ya y yo intento nadar hacia la superficie.
Me doy un fuerte impulso con las piernas, en mis pulmones no queda aire y mi traquea intenta sacar algo de dónde no lo hay.
Mientras subo pienso en navidades en Francia, paseos con mi perro, comidas familiares, terminar la puta carrera, bailar en un garito, emborracharme, follar, reirme a pleno pulmón, correr, viajar en bici, en coche, andando, arboles, nieve, sol, lluvia, piernas, comida, conciertos, notas, noches, días, tardes, mañanas, amaneceres, carretera, atardecer, playa, montaña, volar, festivales, partidos, más sexo, más risas, más bici, más viajes, MÁS.

Lo quiero todo, lo tendré todo, lo tendremos todo juntos, lo tenemos todo.

Y saco la cabeza, y miro a los ojos de mi médico, y en este punto pueden pasar dos cosas. 


16.2.13

La Parábola de la "Cabeza en llamas". /+361


La "Cabeza en llamas" arde emitiendo una luz anaranjada, potente, y tremendamente hipnótica, quemando tus ojos cuando los fijas en ella, tus manos al tocarla y desprendiendo un olor dulce que te colapsa y adormece tu razón
Sabes que tus limitaciones, tu vida, tal y como la conoces ahora, no será capaz de manejar ese fuego que te toca y sin consumirte se te mete por dentro, calentando y llenando los rincones donde se esconden tus dudas, las más absurdas y las más terroríficas. 
La luz, tan potente, las ilumina y las hace aún más visibles, te ves capaz de mirarlas directamente a los ojos y ahora, fuera de tu "zona de comfort", sin una mano que te guíe entre las llamas, por fin las reconoces, les pones cara y nombre.

Rocío es una duda pequeña, por ahora tímida, pero que se va soltando a pasos agigantados, te mira al oído, te coge de la mano y te cuenta como será tu vida, y lo que vas a tener que arrastrar, las consecuencias de tus actos y lo que no podrás hacer. Rocío es la que te impide hacer planes reales y ver un futuro sólido.

Paula es potente e irradia una luz cegadora casi como el fuego de la "Cabeza en llamas". 
Es una duda nueva, que te arrastra hacia ella sin que puedas hacer nada por evitarla.
Voluptuosa, atrevida, sugerente y preciosa, te mira y te atrapa en una espiral de la que no sabes, quieres o puedes salir. 
Ella te habla de sexo, de relaciones humanas, de diversión y de limitaciones, miedos, riesgos, esperas. Te habla de la vida que llevaste y quieres volver a llevar y de camas desechas manchadas de fluidos y diversión.

Ainara es una duda más razonable, es la que te habla del porvenir médico, de las posibilidades y los números. Es la que calcula, la que te hace mirar algo que normalmente no quieres, la que se sienta con la muerte a su lado. 
Es alta y esbelta, de pelo largo y oscuro y que te habla con amabilidad y resignación mientras te coge de la mano y camina contigo. Es la duda con la que más tiempo convives, es casi una amiga, familia.

Lucía es rápida, implacable y brutal. Ella te habla de soledad y carga, de dolor y miedo, de debilidad. Te intenta convencer de la obligación del aislamiento. Te dice que deberías estar solo, que nadie se merece vivir lo que te ha tocado vivir solamente a ti. 
Si bien es una de las menos convincentes, tiene el tacto de un martillo forrado de hormigón armado en manos de un gorila cabreado. Y sabe que tu cabeza, corazón y testículos, son objetivos blandos y desprotegidos.

Manuela es la falta de seguridad en ti mismo, la que te dice que no vas a ser capaz de superarlo otra vez mientras te desata los cordones y te quita los zapatos. Manuela quiere que te sientes a esperar que los números de Ainara, los que hablan de muerte, tengan razón.
Es desagradable, con voz chillona y mirada condescendiente. Manuela estuvo mucho tiempo esperando que este momento llegara otra vez, fue Ministra de Sanidad, madre superiora, portera, institutriz de internado y enfermera jefa de pabellón psiquiátrico.

Rosa es la duda que mas duele. Es aquella con la que no estas seguro de estar haciendo las cosas bien, aquella que es frágil y te recuerda lo que puedes perder, qué y a quienes. Rosa siempre te saca a bailar un vals. 
Rosa es mayor, y te dice que debes tener cuidado, que tienes mucho que perder y que quizá lo estés perdiendo ya, y cuando la pisas, e intentas salir del salón de baile, y huir, ella te agarra fuerte, las demás se cierran en banda, y tú tienes que seguir bailando.

Todas caminan contigo, trabajan contigo, se acuestan contigo, van al hospital. Muchas se quedan allí, esperando al próximo mes, otras se acercan a hablarte de vez en cuando, otras se meten contigo en la cama, y alguna está en tus labios, manos, entrepierna y corazón al besar o ser besado.
La "Cabeza en llamas" hace la función de doble faro, te avisa de donde están las piedras del acantilado que te espera, pero a su vez te deja verlo bien, lo suficiente para darte cuenta de que es imposible de esquivar, de que eres una barcaza de vapor con la maniobrabilidad de un petrolero y la velocidad de un torpedo soviético.
Cuando lo normal no es más que oír los pasos de estas dudas que forman tu harén, la "Cabeza en llamas", tu propia cabeza encendida por un torrente de sentimientos que va y viene sin control, te deja mirarlas a los ojos y leer y oír sus palabras.
Y en ese momento es en el que te das cuenta de que van a seguir contigo toda la vida, hagas lo que hagas y pase lo que pase.
A Rocío la cogerás en brazos y le enseñaras los lugares dónde viajes.
A Paula te la follaras hasta que no puedas más, una y otra vez, y le demostraras que eres y puedes ser el que eras, en un bucle infinito de camas destrozadas, empapadas y llenas de gemidos y buenos momentos.
A Lucía has aprendido a esquivarla y devolverle los golpes, oyendo las voces de muchos que te avisan de cuando el martillo se precipita a tu cabeza, corazón o testículos.
Con Ainara seguirás jugando una partida interminable de algún juego que requiera paciencia y concentración mientras la muerte arbitra o sirve las cañas con las que le intentarás quitar hierro.
A Manuela, algún día, la matarás a sangre fría, de manera implacable, y la echaras de comer a los perros.
Y con Rosa bailarás hasta que la banda deje de tocar.

Todo mientras la "Cabeza en llamas", tu cabeza, quemándose minuto a minuto, sigue iluminando un camino que por razones que escapan a tu control has tenido que recorrer.


15.2.13

Esto es para Monika.


Hay palabras que desgraciadamente existen en el diccionario. Palabras absurdas, incomprensibles y crueles con las que muchos tenemos que convivir, pero hay una, sobre todo, que da miedo, que suena mal, que te deja impotente y te puede tumbar.
Pero tú eres más dura que todo eso.
Estas palabras tienen una cantidad innumerable de cosas malas, de efectos devastadores y de momentos difíciles.
Pero contigo no han podido, y no van a poder.
Son palabras cortas, pero con significados grandes.
Pero tú eres muchísimo mas grande que ellas, muchísimo mas fuerte.
Son palabras crueles, que no discriminan a nadie, y que aunque en boca de todos, sólo unos pocos entendemos su magnitud.
Pero tú, Monika, eres única, y no vas a dejar que te pasen por encima.
Estas palabras, tan absurdas, crueles, molestas, como son recaída, recidiva, cáncer, leucemia… ya sabemos qué rutinas, momentos y trances nos traen. Pero no vienen solas, vienen con muchísima gente detrás, que te apoya, te empuja, te quiere, te entiende y va a hacer todo lo que pueda porque sea la ÚLTIMA PUTA VEZ que las oyes, que las vives. 
Porque joder, tiene pelotas que alguien como tú, que sin saberlo nos ha empujado a muchos, nos ha permitido ver las cosas con una perspectiva única desde tu blog. (cuando entré en el hospital y empecé con todo esto, fuiste un apoyo, sin saberlo porque soy un poco tímido para estas cosas, muy importante. Leerte me ayudó a saber y sobrellevar lo que se me venía encima).
Sabes lo que hay, sabes que puedes con ello (y si no lo sabes ya te lo digo yo), y que esto es un putada, PUTADON, y no es justo, y no lo mereces, y es una mierda. Pero podrás con ello, y con lo que te echen porque joder, eres MONIKA, y no hay mas duro que tu.

Eres grande, la más grande de todos nosotros, y quiero un gorro para el invierno que viene, no te digo más.

Lo que necesites amiga. 

11.2.13

Comer y follar. / +353


Siempre he sido un gran defensor de comer de manera emocional, de llenar el hueco ese raro de tristeza o desesperación con una buena comida, sin pasarse, sin entrar en ciclos de adicción y obesidad mórbida yankee.

Creo firmemente que una buena pizza, o una buena comida (entiendase de la manera que se quiera), una bañera de puré de patatas, algo de queso, o cualquier cosa que rezume aceite, calorías y cerdez, te puede arreglar un mal momento.
El otro día unos cracks, ponían una "receta", chorizo con queso fundido, para  comer con tortillas de trigo o pan de pita, a mi, semejante gordez (porque no nos equivoquemos, lo es) me arregló una tarde de mierda (es cierto que tuve una digestión un tanto dura, pero todo tiene un precio) y me dio el empujón que necesitaba para seguir curando. La compañía ayudó, he de decir.

Helado, cereales, tarta, Doritos, un batido chungo de esos con azúcar para matar a un rinoceronte, casero nada de esas mierdas industriales, o algo de carne, medio cruda, jugosa.

Pero hay que andarse con cuidado, porque toda esta comida emocional se acumula, como cagada de paloma en cabeza de estatua dictatorial.
En mi caso ando estos días con las revisiones de un año después del transplante de médula, y creo que me estoy poniendo emocionalmente algo cerdo, 2kg en dos semanas, a lo que si le sumamos el brazo roto y la cantidad de curro que me ha caído encima, que me encanta pero estresa, hace que las posibilidades de deporte y movimiento estén entre nulas y pocas.
El sexo adelgaza, ahí lo dejo.

Otra cosa genial de la comida emocional es el momento y lugar en el que te alegra el día. Un bocadillo de jamón (de esos hechos con amor y tomate) en una habitación de hospital en la que estas esperando a que te operen de la pierna (aguanta Dani), amigos, sabe a libertad.

Y si la comida no es suficiente, el sexo, el sexo funciona también, y MUY bien.
Y si lo mezclamos con comida, antes o después del mismo, que durante, aunque puede ser algo digno de ver, parece un poco excesivo o no, ya es el antidepresivo definitivo.
Habrá que probar. Pero ojo con las comidas calientes (esto puede tener un doble sentido majo).

Lo que quería explicar con todo esto, es que es mucho más saludable comerte o follarte tus emociones, que bebertelas o drogarte, nada en contra del alcoholismo recreativo controlado, lo practicaré en cuanto mi agente de la condicional me lo permita, pero en este caso, prefiero comer y/o follar.
Lo de las drogas ya lo hablamos otro día.


Hoy se me escuchan el Columpio Asesino, que es lo que me está dejando sordo e este momento.




6.2.13

Los que pudimos morir. / +348 (Cuenta de días arreglada)


Todos.
Todos hemos podido morir en algún momento, algunos lo hemos tenido muy cerca,  hemos tocado esos pelos que sobresalen de las orejas del lobo, hemos olido su aliento y notado la humedad de su nariz rozando con la nuestra, y aun seguimos vivos.
Somos muchos los que hemos luchado y luchamos cada día contra el cáncer, contra una enfermedad, sois muchos además los que os codeáis con la muerte cada día sin saberlo, y aun así, no paráis.
Por qué entonces íbamos a para nosotros, los que tenemos una carga un poco más dura que el resto, por qué íbamos a dejar de luchar.
Somos muchos los que hemos hablado cara a cara con la muerte, y hemos sabido llevar la discusión a nuestro terreno, y otros tantos, que no lo han conseguido. 
La pregunta que me hago cada día, cada minuto que pasa, es qué mérito tengo yo que no tengan ellos, qué he hecho yo bien. La respuesta que siempre encuentro es, NADA, ha sido una pura cuestión de suerte, de estadística, destino, no sé, no ha habido nada en mi mano, nada que yo haya hecho diferente a aquellos que no están, que han pasado una leucemia, como la mía, aunque no hay dos iguales, que han tenido un cáncer, o un accidente, qué he hecho yo entonces, supongo que sólo he tenido suerte.
Suerte de una medula, la de mi madre, semi-compatible, de un equipo médico excepcional, de un apoyo externo único y no merecido, y una habilidad innata para tomarmelo todo a coñá, y cómo diría mi abuela, "que me venga Dios a ver".
Siempre he sido un tipo con suerte, a veces relativa, pero siempre suerte. 
Y si no que se lo pregunten a mis ex, a ver si saben decir cómo ligue con ellas… pura suerte.
Desde pequeño, con accidentes donde me he podido quedar tuerto, o morir si mi hermana no me salva de una caída a una piscina vacía, o si el coche que me atropello en un semáforo no me hubiera impulsado de una manera concreta haciéndome caer sobre mi, en ese momento, abultado trasero.
O los dos ingresos por la leucemia, o la UCI de la que salí gracias a que la medula reaccionó días antes de los esperado.

Lo que creo que nos pasa a todos los que estamos en mi situación, es que hemos sobrevivido, seguimos vivos, y es genial, pero a veces pesa, porque otros no lo han conseguido, y cada uno que se va, es una parte de nosotros, aunque no los conociésemos en persona, cada enfermo que muere, es una derrota que hacemos propia.
Algunos seguimos aquí, habiendo podido morir, esquivando las balas una revisión tras otra, una medula tras otra, y siempre, cuando ese líquido rojo sale de nuestro esternón, cadera, brazo, el lobo se asoma, nos mira y sonríe.
Y por suerte, pura y dura, suerte y en ocasiones moral, supongo, podemos decirle, bien claro, HOY NO, HIJODEPUTA, HOY NO.
En mi caso, me acerco a la revisión del año, y se que todo va bien, porque soy un tipo con suerte, y porque si todo fuese mal, aún así, no iría todo lo mal que puede ir.
Pero eso es lo que nos separa de los que no están, suerte, y eso, es jodidamente injusto, incomprensible y absurdo.
Lo que tengo claro, y es un pensamiento que he ido destilando con el tiempo, es que el saber que la muerte está y ha estado cerca, te hace ver más la vida, no esas chorradas de disfrutarlo todo más y demás mierdas salidas de Paulo Coelho (PUAG), si no ser más consciente de ti mismo, de tu vida, del tiempo.
Para lo bueno y lo malo.

Los que hemos podido morir, que el fondo somos todos, con suerte, aún podemos vivir.
Así que hoy, gritamos todos, por la mañana, cargados de legañas e incertidumbre mañanera frente al espejo. (y hora sí en plan Coelho, pero puesto de coca.)

¡HOY NO, HIJADEPUTA, HOY NO!

Buen día a todos.