28.1.13

A la ciudad que casi me vio nacer. /+336


(Una oda a Alcalá de Henares.)

La ciudad que casi me vio nacer es una ciudad grande y pequeña a la vez, situada en la zona noreste de la comunidad de Madrid, justo en la frontera con Guadalajara.
La cruza un río, el Henares, bueno, no la cruza, la acompaña, creo que no hay ningún puente en la ciudad que pase por encima del agua.
El río, que una vez fue navegable (por canoas y demás embarcaciones pequeñas de recreo, llegando a tener un club de piragüismo propio) ahora no es más que una corriente de agua sucia y contaminada, que no sirve casi para nada más que para pescar botas, o una septicemia. 
Alcalá es una ciudad intrínsecamente bonita, pero realmente un poco fea, una ciudad que es patrimonio de la humanidad, donde la cultura es lo que menos cuenta actualmente, una ciudad que gracias a un Ayuntamiento fuerte llegó a ser una de las mejores ciudades de la comunidad, y que gracias a un Ayuntamiento débil y corrupto, se ha convertido en una de las más endeudadas de España, y regida por tres mafias, una hostelera, otra política y otra, como siempre, constructora. No voy a dar nombres, ni colores.
La gente de la ciudad que casi me vio nacer es gente sencilla, ni muy facha, ni muy roja, ni muy culta, ni muy tonta, es gente normal, que ha tomado buenas y malas decisiones, gente que se ha dejado engañar, como todos, y a la que le hacen comer mierda, como a todos.
Cuando paseas por Alcalá puedes llegar a varias conclusiones, dependiendo de por dónde camines.
Si vas por el casco histórico, un domingo soleado, es una ciudad amable, llena de gente, con bares generosos con las tapas y unos edificios que van desde el SXIII hasta el XVI en cuanto al patrimonio histórico, muy bien conservados, gracias a que hace cientos de años una sociedad de ciudadanos consiguió recuperar para la ciudad este mismo patrimonio que quisieron arrebatarle. 
Ahora la iglesia lo está intentando de nuevo, y una vez más, la sociedad lucha.
Si vas por los barrios de la periferia, puede ser una ciudad residencial, proletaria, pobre, de militares, inmigrante, o desoladora.
En Alcalá hay un Hospital donde según me han contado trabaja gente excepcional, que ha ayudado a grandes hombres como Elias a salir de una enfermedad y llevarlo todo como él sabe.
Un Hospital que desgraciadamente los recortes se están cargando, poco a poco, en favor de hospitales privados cercanos, así es la Comunidad de Madrid.
Cuando paseo por Alcalá, ciudad en la que me encuentro ahora mismo confinado, y que en ciertos días parece una prisión más que un hogar, me doy cuenta de toda la historia que tengo aquí, y de que, en el fondo, no está del todo mal.
En Alcalá está casi toda mi familia, ese colchón inagotable del que siempre, aunque intentemos no hacerlo, tiramos todos en momentos de necesidad.
Aquí están mis padres, que aunque sean unos pesados casi siempre (papel universal de los progenitores, el ser pesados) sin ellos no sólo no estaría aquí, si no que no sería quién soy.
Y tengo amigos, que aunque no lo sepan, o no lo parezca, son importantes también, y a los que recurro en momentos de necesidad, aunque sea para tomar un café, o ver una película, o cualquier chorrada que necesite para sacar la cabeza de la mierda y respirar.

La ciudad que casi me vio nacer, no lo hizo por un error de cálculo, porque el paritorio estaba en obras y tuvimos que ir a Guadalajara, por eso soy alcarreño y no alcalaíno, qué cosas.
Casi nazco en un taxi en medio de la carretera.

Alcalá es una ciudad a la que nunca quiero ir, de la que, honestamente, me quiero largar, y a la que siempre acabo volviendo. 
Porque Alcalá, aunque no lo haya decidido yo, es un hogar, es mi "pueblo", sin que nadie se ofenda porque lo llame pueblo.

Y por cierto, Alcalá tiene un carril bici que es un puto suicidio. En serio, menuda mierda.

22.1.13

Relaciones Humanas. / +331


Ya llevaba tiempo pensando en escribir algo así, algo sobre cómo está siendo para mi, de verdad, sin ironía ni bromas, la relación con los demás, la vuelta al mundo real, dónde tienes que comportarte, dónde tienes que interactuar con la gente, en sociedad.

Hay varias razones que condicionan la vuelta al mundo real, cuando has pasado tanto tiempo en una pecera, cuando sales después de que el mundo haya seguido un ritmo, que tú, aunque lo intentes, no has podido, y aún no puedes seguir. 
Esto, en mi caso, ha creado una serie de reacciones y de miedos, de los que desgraciadamente y en parte por la perdida de una constante importante en mi vida, no me había dado cuenta hasta ahora.
Lo primero es que desconfío de todo y de todos. Sin malicia, ni paranoia, y sabiendo que es una sensación generada por mi mismo, y aún así inevitable.
Nada es seguro, hasta un extremo en ocasiones vertiginoso, no dudas del amor de los demás, de lo que la gente que está cerca de ti siente, porque de una manera u otra lo demuestran día a día, precisamente aguantándote. De lo que dudas es de cuánto más puedes forzar la situación, cuánto más tardarán en darse cuenta de que has cambiado, de que ahora tienes miedo a muchas cosas, a casi todas las cosas, aunque sólo sea un microsegundo cada hora, en ocasiones es aterrador.
Y qué harán cuando se den cuenta de lo asustado que estás. 
De todo menos sentir pena, por favor, pena es lo último que la gente quieres que sienta por ti, la pena ajena te arrastra a un lugar mucho más oscuro, un sitio mucho peor que una UCI o la pecera de la Unidad de Transplantes, es un cuarto más pequeño, más triste, más incomunicado. 
Cuándo sienten pena por ti, y lo notas, la tentación de sentirte desgraciado es demasiado fuerte, y ningún enfermo, nunca, debe permitirse eso.

En general siento que he perdido "gancho" por así decirlo, que voy más lento, que no me acerco tanto a la gente como antes, que me cuesta socializar. Me siento muchas veces fuera de lugar, como si tanto tiempo aislado hubiera capado mi capacidad de conectar con alguien por primera vez.
No he dejado de sentir lo que sentía por aquellos a los que tengo cerca, y no creo que me haya convertido en una persona huraña, sólo siento que ese "gancho" esa soltura social que siempre he tenido ya no está. 
Me la dejé en el Marañón, si alguien la encuentra en un bote de residuos biológicos que no la tire.

Otro factor, quizá uno de los más molestos, es la sensación de someter a los demás a tus propias limitaciones, de que si quieren quedar contigo tienen que amoldarse a las mierdas que tú tienes que aguantar. Ir a bares con poca gente o a terrazas, no fumar delante de ti, por ejemplo. Modificas la vida de los demás y eso es una carga que poco a poco te pesa, por mucho que a la gente no le importe, y te jure y perjure que no importa, a ti te pesa cada vez un poco más.

Tu familia, tus amigos, todos los que se comprometen a seguir a tu lado, todos los que comparten tu peso, por la tiranía de algo que a ti te ha tocado vivir, todos ellos, no se lo merecen, pero ahí estás tú, y lo hacen, y no lo entiendes y te bloquea, y no sabes que sentir, y agradeces y te abrumas y entonces llega una vez más el pánico social. 
Un bucle infinito, y raro, del que no terminas de salir.

Supongo que la perdida de estabilidad vital, el moverte en la incertidumbre de si todo va bien o no, la auto observación constante, hacen que magnifiques cosas que no deberías y por ello te metas en follones que no debes, pero es algo casi imposible de evitar. 

Es posible que el frío me haya vuelto idiota hoy, además de haberme helado las pelotas, es lo que hay.

17.1.13

Una mañana de Enero / +326 (creo que estoy llevando mal la cuenta)


Dejo que el piano y la batería  de "The Fall" me lleven tranquilo por Madrid, pronto, por la mañana, a una hora que no creía que siguiese existiendo.
Las calles están aún mojadas, no sé si por limpias o porque quizá haya llovido esta noche.
Este invierno los días están siendo cortos y largos a la vez, raros, grises y soleados, luminosos y oscuros, está siendo un invierno de contrastes, bueno en general, pero con algunos asuntos que no son como esperaba que fueran, pero eso en invierno siempre pasa.
He pasado la noche grabando una entrevista, al grupo de unos amigos, siempre es agradable trabajar con ellos.
Me encuentro cansado, y despierto, me doy cuenta de que mi cuerpo aún me sigue imponiendo limitaciones con las que no quiero lidiar, de las que ya estoy muy harto, y con las que tendré que convivir los próximos años, seguro. Y gracias a que sólo tendré que convivir con ellas y no con cosas peores que podrían haber pasado. En ese aspecto no me puedo quejar.
Sigo caminando y viendo como Malasaña despierta, he cambiado la banda sonora, ahora llevo el single de los Autumn Comets, me parecía que era lo más apropiado después de haberles estado grabando esta noche.
Es muy buen single, no es por hacer la pelota (este no es un post patrocinado, lo prometo).
Tengo ganas de volver a vivir aquí, de ver el barrio a estas horas, bien por estar volviendo de juerga, cuando salir me vuelva a estar permitido por mi agente de la condicional, o por estar yendo a currar y si me permitís pedir más, mientras voy pedaleando. (Esto no quiere decir que no siga pensando en Barcelona, o cualquier destino del norte de Europa).
A los que no sois de Madrid os recomiendo que si venís unos días bajéis siempre a bares a desayunar, es una de las mejores cosas de esta ciudad. La gente preparada para ir a trabajar, viendose antes de las ocho horas de oficina disfrutando de un buen café, las primeras conversaciones de la mañana, y lo que les depara el día, y por supuesto los camareros de Madrid, que son jodidamente inigualables. 
Y hoy mas concretamente la camarera que nos ha servido las tostadas (de aceite y tomate, un pequeño pedazo de Cataluña en pleno Tribunal) a Manu y a mi… sin palabras. Tipo "posadera de Juego de Tronos", no sé si me explico.
Llego a Espíritu23, con la ropa de ayer, con la cámara, el trípode y el ordenador, quiero revisar lo que grabamos y hacer algo de provecho, y me siento cansado, pero quiero currar, y noto como el café, poco a poco me levanta del suelo.
Y me pongo a trabajar.

Y sólo quería compartir con vosotros esta mañana, que espero os creáis, va a ser de puta madre.

Buenos días.


La música.





14.1.13

Ofertas de trabajo, hígados machacados y el pánico a un rendimiento ridículo. /+323


- Hola Manu, te llamamos de la escuela, soy Gloria, ¿qué tal todo?.
- Bien, he sobrevivido a las fiestas, ahí vamos.
- Mira te cuento, tenemos una oferta de trabajo para un estudiante de último año en Madrid, si te interesa te la paso. (Aclaración; mi escuela está en Sabadell, Barcelona).
- Pues claro que sí, me lo miro y les mando el portafolio o algo.
- Genial te mando un e-mail con toda la información. ¿Qué tal vas con lo tuyo?.
- Muy bien, todo marcha estupendamente, en breve me tenéis por ahí otra vez presentando cosas y molestando con peticiones raras.
-Genial, pues nada un abrazo Manu nos vemos pronto.

Hay muy buen rollo con la gente de mi escuela.

Así termina mi semana pasada, con una oferta de curro, con la necesidad de actualizar mi portfolio en dos días, y viendo a ver si vuelvo a ser un hombre de provecho, o no.
La oferta está bien, muy bien para los tiempos que corren, no entro en detalles, estoy esperando noticias, ya revelaré más datos.

Pero me pongo a pensar en ello y se me plantean los siguientes dilemas morales.
¿Estoy preparado para un curro a jornada completa con el ritmo de revisiones, medicinas, etc. que llevo? No lo sé.
¿Debería mencionar algo de mi actual estado de salud?.
¿Hasta que punto podré sostener la mentira si no les cuento nada?
Es un asunto curioso, desde hace un año, no tengo horarios, ni responsabilidad, ni sueldo, ni nadie frente al que responder de nada, y he perdido mucha practica, y según está la cosa, y yendo de parte de la escuela, no quiero quedar mal.
No sé, si llego a la entrevista personal, el portafolio ya ha pasado la primera criba, veré si lo suelto o no o que pasa.
Igual apela a su lado humano-solidario, aunque dar pena es una mierda y lo más seguro es que haga huir a su lado empresarial (y eso no queremos que pase).

Lo siguiente es que mi hígado mejora, pero sigo con algo menos de medicación, lo que hace que mi cuerpo ande un poco raro, y que no sepa muy bien a veces donde meterme.
Me ducho en el water me cago en el baño. Por poner un símil suficientemente escatológico para que reaccionen las mentes mas lentas.
Voy despistado, lento, algo cansado, es una sensación un poco rara, y familiar a la vez.
Es un poco raro cuando te tocan dosis que tenias tan asimiladas, aunque al menos no la ando cagando con las medicinas como me pasaba al principio, y pese a algún percance menor, estoy consiguiendo esquivar el hospital.

Y no queda nada para pasar el primer año.
Qué rápido pasa el tiempo joder.

Hasta aquí la neura semanal.

8.1.13

Lo que se va de las manos /+317


Una vez admitida la dura realidad, bajado la cabeza y asumido que es lo que hay, solo me queda pedir perdón por la poca asiduidad con la que actualizo el blog. 
Prometo que en el 2013 lo haré con mas regularidad (propósitos de año nuevo que SÍ) así como voy a hacer más ejercicio, comer mejor, ser mejor persona (propósitos de año nuevo que probablemente NO).
He estado pensando mucho todo este tiempo de "vacaciones" en las cosas que sin remedio se me están yendo de las manos, como arena entre los dedos, se escurren, se convierten en inabarcables, y poco a poco se descontrolan.

Se me va de las manos el tiempo, así como la concentración, en muchos casos hasta la cordura.
Se me escapa entre los dedos (que en este caso viene a ser lo mismo) la motivación. En gran parte porque a su vez se vuelven incontrolables los efectos de tanto cambio de medicación, que en este caso se le ha ido de las manos a mi pobre hígado. Aunque bastante ha aguantado, no se le puede reprochar un poco de bilirrubina de más.
Y es que es así, las navidades me suben la bilirrubina. 
Tengo una familia que es a la vez maravillosa y algo toca pelotas, pero es un estándar de todas, o eso tengo entendido, supongo que en algo tendrá que ver con lo de que la cordura se me vaya a veces.
Se me va de las manos mi vida social, porque en invierno no hay por dónde agarrarla mientras sigo sometido a la maldita mascarilla y no me puedo meter en ningún sitio con gente. 
Se acabaron las terrazas,  y con ellas los refrigerios al sol.

Todo esto no es nuevo de este año, desde hace un tiempo las navidades, año nuevo, y estas cosas, me colapsan, me bloquean raramente y hacen que el ritmo de todo se vuelva raro, y yo vago. Y si ya de normal es fácil que me vuelva vago, con una excusa ya es una locura todo. El Apocalipsis.

En fin, toda esta movida sin sentido para decir que he vuelto, que una vez más prometo ser más regular, y que parece que tengo cosas que contar, así que os voy poniendo al día.








Aquí una foto de la lozanía y la belleza que luzco ahora que por culpa de la maldita ciclosporina el pelo y la barba me salen raros.
En ella podéis ver a la gran Sara Navarro y a mi querido hermano postizo Manu Pequeño, el otro día en el I AM MARKET, que Sara andaba ahí ganandose la vida con sus fotos.