28.9.12

Madrid / +218 (me acabo de dar cuenta que paso del día 200, ole)

Muchas veces camino por Madrid, ciudad en la que llevo 4 años sin vivir y que está llena de cables desconectados, de temas sin cerrar, de amigos de toda la vida y otros que marcaron una época y ya no están, exnovias, sitios donde trabajé, lugares donde viví, gente con la que te cruzas que te suena y que no sabes si saludar y luego ya es tarde porque está lejos y solo ha quedado una mirada rara de "me suenas" o "coño, eres tú, pasemos de largo".
Una ciudad que en muchos aspectos creo que ha cambiado para mal, que es más hostil, que está más crispada, y en la que a su vez salen iniciativas nuevas y sorprendentes que dan un poco de luz.

Es una ciudad de médicos, de pruebas y resultados, de hospitales, de esperanza y desesperanza, de haberlo pasado como nunca, en lo bueno y en lo malo, es una ciudad que me lo ha dado y me lo ha quitado todo, y a la que irremediablemente siempre termino volviendo.
Es gris, sucia, agobiante, se te sube a la espalda y pesa, pero a la vez es luminosa, dinámica, rápida y divertida, con mil cosas que hacer siempre en cualquier parte.
Es una ciudad que respira, a veces tose como un anciano, flemas negras, otras veces estornuda como tu novia en primavera, se pone roja, preciosa y con cara de "¡vaya, el polen!" (o cualquier otra alergia) mientras sonríe y tú no sabes qué gracia tiene, pero la tiene.
Una ciudad de bares que son casas, con camareros que son hermanos y mujeres preciosas en la barra que se agarran a tu cuello y ya no te sueltan, de bocadillos de calamares y otras delicias.
Una ciudad donde has aprendido casi todo, y has olvidado casi todo.
Es en ocasiones una ciudad sin límites, sin espacio para aburrirse, y a veces un cubo negro donde no puedes respirar.
Me encanta pasear por Madrid, en días de otoño como estos, con buena música en los cascos, siempre me acabo cruzando con alguien, acompaño un poco su camino y sigo el mío, y me da tiempo a pensar mucho en todo lo que hubo.
No llego a ver un futuro aquí porque creo que el mío está en otra parte, pero Madrid tiene la facultad de hacerte sentir de Madrid, aún, como yo, habiendo nacido en Guadalajara.
En Madrid no hay casi nadie de Madrid.
Aquí compartí piso por primera vez, viví solo por primera vez, tuve mi primera relación de verdad, me desmadré, probé el alcohol, las drogas, me ingresaron en el hospital con 18 años, salí con 20 de una enfermedad, viví a tope, intentando recuperar, y de aquí salí por primera vez a vivir fuera, lejos.
En Madrid está mi familia, y eso tira mucho, familia de verdad y en muchos casos familia que tú te creas.
Muchas cosas en Madrid, muchos buenos recuerdos que se comen poco a poco a los malos.
Ahora vuelvo a vivir aquí, obligado, con ganas de irme, pero cada vez menos incómodo, me voy reconciliando con Madrid y con Alcalá de Henares (una ciudad pequeña, a 30km, donde vivo realmente).
Veo más a la gente a la que echaba de menos, hago cosas nuevas, curro, salgo, disfruto.
Entre hospitales y médicos, Madrid, con toda su hostilidad, se me está haciendo cada vez más cómoda.


Hoy además y un poco tarde, tengo que dar la más sincera y enorme enhorabuena al señor Elías, un crack que acaba de terminar la químio, y que es enorme.
Un habitante de esa ciudad pequeña donde mis padres me han dado asilo político.

Eso sí, hay dos cosas que no soporto de Madrid. El gobierno del PP y Sabina.
Lo demás, con el tiempo, se hace tolerable.

1 comentario:

  1. No, hombre no, Sabina no.....
    Se te echaba de menos!!
    Un abrazo.

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